Las
ciencias avanzan que es una barbaridad. Me viene a la cabeza la imagen de
William Holden flotando boca abajo en la piscina de Gloria Swanson, en la
película Sunset Boulevard, mientras él mismo narraba su desdichado final y los
acontecimientos que lo habían desencadenado (este formato lo copiarían después American
Beauty y la doméstica Mujeres Desesperadas). Una, que ya tiene twentytodos y
pico (que no se nota para nada, para nada, porque los cuerpos también avanzan
lo suyo), recuerda cuando los ciber parecían un negocio prometedor. Los
ordenadores costaban una pasta, internet costaba, no una pasta, un pastón, y es
que, no hace mucho tiempo, te cobraban por el tiempo y volumen de descarga,
mientras en las películas americanas veías que la peña dejaba el ordenador
conectado a internet todo el día, sin preocuparse del tiempo de conexión, ni del
peso de las páginas visitadas y pensabas pa tí, pa dentro, aquí todo el mundo
es millonario? Nooo, que va, tenían una cosita que descubriríamos mucho más
tarde, la tarifa plana. Que recuerdos el sonido del módem conectándose (tardaba
cerca de un minuto en hacerlo), la velocidad a la que se bajaban las páginas
web (una mañana para una foto mediana). Ya cogía yo al Jorge Manrique por banda, “cualquier
tiempo pasado fue mejor”, fue mejor, fue mejor…, no Jorge, campeón, no, en esto
para nada. Y así, con la tarifa plana, la banda ancha y los ordenadores más “accesibles”, los cibercafés acabaron
como Mr. Holden, flotando en la piscina…
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