viernes, 6 de abril de 2012

El ocaso de los ciber cafés


Las ciencias avanzan que es una barbaridad. Me viene a la cabeza la imagen de William Holden flotando boca abajo en la piscina de Gloria Swanson, en la película Sunset Boulevard, mientras él mismo narraba su desdichado final y los acontecimientos que lo habían desencadenado (este formato lo copiarían después American Beauty y la doméstica Mujeres Desesperadas). Una, que ya tiene twentytodos y pico (que no se nota para nada, para nada, porque los cuerpos también avanzan lo suyo), recuerda cuando los ciber parecían un negocio prometedor. Los ordenadores costaban una pasta, internet costaba, no una pasta, un pastón, y es que, no hace mucho tiempo, te cobraban por el tiempo y volumen de descarga, mientras en las películas americanas veías que la peña dejaba el ordenador conectado a internet todo el día, sin preocuparse del tiempo de conexión, ni del peso de las páginas visitadas y pensabas pa tí, pa dentro, aquí todo el mundo es millonario? Nooo, que va, tenían una cosita que descubriríamos mucho más tarde, la tarifa plana. Que recuerdos el sonido del módem conectándose (tardaba cerca de un minuto en hacerlo), la velocidad a la que se bajaban las páginas web (una mañana para una foto mediana). Ya cogía yo al Jorge Manrique por banda, “cualquier tiempo pasado fue mejor”, fue mejor, fue mejor…, no Jorge, campeón, no, en esto para nada. Y así, con la tarifa plana, la banda ancha y los ordenadores más “accesibles”, los cibercafés acabaron como Mr. Holden, flotando en la piscina…

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